Desde la antigüedad, la península arábiga estaba fuertemente integrada en la red de comercio mundial como zona de producción del exquisito incienso y como componente de la comunicación marítima entre el mundo mediterráneo y la India. Por eso es natural que, con la irradiación del Islam, el comercio se expandiera enormemente y que comerciantes musulmanes encontraran su camino en las remotas zonas del mundo entonces conocido. Una prueba de ello es el gran número de monedas islámicas encontradas durante unas excavaciones en la zona del mar Báltico, así como las cerámicas artísticas y las maravillosas telas de seda halladas en el Extremo Oriente.
El deseo de adquirir oro llevó a los comerciantes musulmanes de Marruecos a atravesar el Sahara hacia la costa oriental de África donde surgieron florecientes ciudades comerciales como Sofala y Mogadiscio, que abastecían los mercados del mundo islámico no sólo de oro, esclavos, marfil y también de exóticas maderas y piedras preciosas.
RUTAS COMERCIALES DE LOS MUSULMANES
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